giovedì 2 luglio 2009

La cárcel andante no es un derecho


En los pequeños mercados de Parìs, de Barcelona, en las grandes metròpolis europeas, aparecen estas mujeres vestidas de negro o azul, con el rostro tapado, a las que algunos hombres, con recochineo, llaman mujeres-Batman (por el burka negro que las cubre totalmente), que vienen a comprar y que se han convertido en el centro del último debate que divide Europa: ¿Se debe prohibir el burka en la calle? ¿La Uniòn debe permitir que existan sobre su territorio mujeres que se cubren por entero?
No es una medida contra las mujeres, ni contra el Islam. Al contrario. Es una mano tendida a ellos. Los Estados europeos, garantes de la laicidad, deben evitar que en las calles se sigan viendo a esos "fantasmas". Esta forma de vestir, de vivir, encierra literalmente el cuerpo y la mente de la mujer, convirtiéndose en un verdadero calabozo ambulante. Constituye una afrenta a la libertad de la mujer y a la afirmación de su feminidad. Crea una situación de reclusión, de exclusión y de humillación intolerable".
El burka tiene algo de servil, de degradante. Es vivir en una càrcel ambulante.

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