El jueves 18 de Junio de 2009, por la noche, Eduardo Puelles se acostó con la sonrisa puesta. Él y su hijo de 16 años, Asier, habían disfrutado de lo lindo con ¡Vaya semanita!, el programa de la televisión vasca que ofrece una semblanza irreverente y desmitificadora de Euskadi. Se metió en la cama diciendo que le encantaba esa serie porque se reían de todos y de todo. Era casi la medianoche y cayó rendido enseguida. Faltaban nueve horas. Su coche estaba aparcado donde siempre, en batería, con el morro sobre la valla quitamiedos, que, precisamente, luce una vieja pintada con esas tres letras siniestras tan familiares para los vascos. A esa hora, los asesinos no habían aparecido todavía por la pequeña explanada que sirve de aparcamiento en el barrio de La Peña, en Bilbao, no habían colocado su carga mortífera en ese ángulo muerto, junto al depósito de gasolina, que queda fuera de la vista en una inspección superficial de los bajos del vehículo.
Es otra Neda pero en tierra vasca, es otra Neda en territorio europeo, que se cree màs civilizado. Otra vìctima inocente de una lucha que no tiene sentido y cuyo eco no sale de las fronteras de España; quizàs porque son demasiadas las catàstrofes mundiales, quizàs porque a pocos nos importa, quizàs porque a quièn le importan no tiene suficiente voz para hacerse oir.
Esperemos que la vida de Eduardo no sea en vano!
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